Cuando era niño no me gustaba relacionarme con adultos. Esto es normal, ¿a qué niño le gustan? Pero creo que en mi caso era casi una aberración. Simple y sencillamente no podía entenderlos. Se me hacían aburridos. Sus conversaciones: Repetitivas, poco interesantes. En general, algo en lo cual no quería convertirme.
A veces acompañaba a mi papá a su trabajo y sus compañeros me saludaban. Se agachaban con una sonrisa condescendiente. No recuerdo bien lo que decían pero el tonito no lo olvido. Como si estuvieran diciendo: “Ay, ¡mira el niñito!” con una supuesta ternura que me hacía enojar. En el momento no me daba cuenta, es hasta hoy que me pongo a pensar en ello. No entiendo por qué me trataban así.
Yo tenía miedo a ser adulto. No a cumplir años, no a envejecer: A hacerme como ellos. ¿Iba a tener ese tipo de conversaciones? ¿Iba a hacer esas bromas? ¿Iba a dejar de gustarme la música diferente? ¿Me iba a desapasionar el cine? ¿Iba a decir que me gusta leer pero que “no tengo tiempo”? Era horroroso el prospecto.
Cuando entré a trabajar a COBACH, mis compañeros de trabajo me veían estudiando una segunda licenciatura y luego entrando a una maestría y me decían: “Es que tu haces eso por que estás joven. Yo a tu edad estaba igual, quería comerme el mundo de un bocado”. No sólo ellos me lo decían, los “adultos” consideraban todas mis actividades como arranques juveniles que irían muriendo con el tiempo. El mensaje implícito era que tarde o temprano estaría como ellos. “Nomás espérate y verás”.
Ya casi cumplo treinta años y la buena noticia es que todavía no me hago así. Por fin entendí que no son los años los que transforman así a una persona. No es automático. Me sigue gustando música nueva, no me he desapasionado del cine, me doy tiempo para leer, todavía puedo disfrutar caricaturas o videojuegos. Me tiro en el pasto como cuando iba en la prepa. Sigo con muchísimas ganas de estudiar, de hacer cosas nuevas, de arriesgarme, de vivir.
Ahora veo a muchas personas de mi edad y me pregunto qué les pasó. Son como esa gente que yo veía de niño. Hacen esos chistes, tienen el tono de voz, los gustos. No quiero ser despectivo, pero me aburren bastante. Debo ser sincero y admitirlo.
Cuando veo mis alumnos adolescentes, a veces tengo buenas conversaciones con ellos. A pesar de su corta edad, inexperiencia, inmadurez y demás, tienen todavía muchísimas ganas de vivir. Una pasión desbordante, es lo que se me hace interesante. Sé que a muchos de ellos se les irá muriendo poco a poco, pero espero que en uno que otro sobreviva.
Se puede crecer, se puede cambiar, se puede vivir. Se puede llevar una vida rutinaria, incluso, y ser apasionado por la vida. Eso se nota, no se puede fingir.
Aprendí que la pasión por vivir solo muere si uno la deja morir.